27 de abril de 2010

HAITI SIN SALIDA ?


Antes de que ocurriera el terremoto en Haití no había más que pobreza. 27 mil kilómetros cuadrados de tierra sin árboles, sin mucha agua, sin muchas riquezas naturales que llamaran la atención de Estados Unidos y las demás potencias.


Antes de que ocurriera el terremoto, ya en Haití había pasado un tsunami que dejó a la mayoría de sus habitantes sin más opciones que el mar para intentar llegar a Estados Unidos, o la frontera para entrar a la República Dominicana.

La llamada clase política haitiana es más corrupta y rapaz que la de República Dominicana, lo cual es mucho decir.

Con el 98 por ciento de su pequeño territorio desforestado, cerca de nueve millones de habitantes, sin petróleo, ni gas natural. Sin oro ni diamantes, es decir, sin nada que provoque el interés comercial de las potencias económicas y políticas del mundo, Haití es un desierto que no sirve ni para instalar bases militares.

Antes del terremoto Haití era un problema para Estados Unidos y sus aliados. Ahora con el terremoto, Haití es un problema mayúsculo porque ha elevado el nivel de pobreza y de abandono de millones de personas. La atención del mundo occidental está sobre Haití. Pero no para acudir masivamente en su ayuda, sino para observar la manera en que Estados Unidos lo enfrenta.

La República Dominicana, tan solidario durante esta tragedia, no puede cargar con Haití por mucho que las potencias lo deseen. No se trata del gobierno, ni de que el pueblo dominicano quiera a los haitianos, se trata de razones históricas y culturales que los extranjeros no conocen ni entienden.

Llevar alimentos, medicinas y otras necesidades urgentes a la población haitiana no resolverá los males de esa nación. No es cuestión de dinero, ni de levantar Puerto Príncipe de nuevo. Antes del terremoto, insisto, en Haití no había casi nada. Ahora, después del terremoto, no hay nada. Todo hay que hacerlo de nuevo. La pregunta es, ¿cómo hacerlo? Y, ¿con quién hacerlo?

La solución a la crisis haitiana debe ser haitiana. No dominicana. Sucede que Haití no tiene las herramientas para hacerlo solo. No hay instituciones, no hay educación. En pocas palabras: El personal humano no está calificado para enfrentar los graves y angustiantes males del país.

Un pueblo educado, con tradición, con espíritu, con voluntad, es capaz de levantarse de sus propias ruinas, pero un pueblo ignorante, sin instituciones políticas fuertes, sin clases sociales definidas y dispuestas a jugar un rol emprendedor, sin recursos naturales propios, es difícil que avance y triunfe después de un terremoto devastador como el de Haití.

Dirán que soy pesimista. Pues sí, lo soy. En poco tiempo las ayudas disminuirán, Estados Unidos y los demás países desarrollados se marcharán del territorio haitiano. Y lo que es peor, le dejarán ese problema a la República Dominicana. Y si hoy hablamos de dos millones de haitianos en nuestro territorio, pronto serán tres millones, luego cuatro millones. Y sin darnos cuenta un día cualquiera nos estaremos comiendo unos con otros. ¿Cuál es pues la solución? Que Estados Unidos, Francia y otros países ricos hagan un pool, busquen 50 o 60 mil millones de dólares, hagan un plan de desarrollo a 20 años para hacer de Haití otro país. No hay de otra. Por lo menos así lo veo yo.

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