13 de abril de 2010

FRANCESCA: UNA DOMINICANA CON VISION EN NEW YORK

Manhattan.- La niña sufrió un terrible shock cuando la “apuntaron” en la George Washington High School, al nordeste de Manhattan. Tenía 15 años y recién llegaba del paraje Jaya, en San Francisco de Macorís, entonces 2,000 almas lo habitaban. Su nueva escuela tenía casi 5,000 estudiantes además de unos mil profesores y otros empleados.

Los sonidos de Jaya, el canto de los pájaros y el arrullo de los arroyuelos; en Nueva York, fueron sustituidos por balaceras callejeras entre narcotraficantes rivales; o entre ellos y la policía sonaban sirenas de ambulancias, bomberos y otras emergencias. Y Francesca naufragaba en un mar de confusiones.

“No entendía nada y ese ‘revulú’ de gente, la comida tan mala, ¡ay Dios, cuánto lloré bajando esa lomita! (de la calle Audubon, donde está la escuela), extrañaba tanto mi campo, mi escuela y mis maestras. Fue como salir del día y caer en la noche”, recordó Francesca Peña, la primera dominicana designada superintendente del Distrito Escolar Seis en Washington Heights, el barrio dominicano de Manhattan. Actualmente es superintendente de las 65 escuelas secundarias de Queens.

¿Cómo llegó de Jaya a allí?

Sus extraordinarias capacidades de visualización y conceptualización le permiten evadirse de la realidad, enfocándose en su objetivo central. “Yo siempre comienzo por el final; primero veo el resultado final antes de empezar, luego me las arreglo para alcanzar esa meta, pero primero debo ver claramente cómo terminará todo”, explica. “Cuando empiezo a trabajar con un estudiante, lo veo graduándose, luego me aseguro de que eso ocurra”, añade.

Un día, Francesca “vio” su propia graduación, y comenzó a trabajar para lograrlo. Se aplicó en todas sus clases y tomó lecciones adicionales de inglés después de la escuela. Vizualizó otra graduación y para 1985 recibía su diploma de ingeniería de sistemas computacionales del City University of New York (CUNY).

Llevaba siete años de ejercicio, entrenando a los ingenieros nuevos, cuando Francesca entendió que su verdadera vocación era la enseñanza. Ese día descubrió que las computadoras “no tenían almas” sólo eran pantallas, circuitos y silicón. Mientras ella necesitaba, como dice Silvio Rodríguez, “calor y alegría”.

Su vida siguió discurriendo entre la visualización y la realización, enrumbándose por nuevos caminos.

¡A las aulas!
Para 1992 Francesca tenía su primer empleo como profesora de matemáticas en el Washington Irving High School cerca de la calle 14 del East Village. Al final de ese año escolar, fue distinguida con el galardón de “Maestra del año” en su distrito.
Y terminó un post-grado en matemáticas.

Francesca cumplió otro ciclo de siete años, esta vez en las aulas, mientras seguía otra visión, para 1999 terminó su maestría en Administración y Supervisión escolar en CUNY.

Cuando cumplió nueve años como maestra, su carrera tomó otro giro. En 1999 la George Washington High School tenía una situación académica deplorable. Las nuevas autoridades del Departamento de Educación decidieron cerrarla y dividir sus estudiantes en varias escuelas pequeñas.

Francesca estuvo entre los educadores que planearon y ejecutaron la transformación. “Ese fue uno de los momentos más importantes en mi vida profesional, trabajamos largo y tendido hasta 12 y 14 horas diarias, incluyendo los sábados”, dijo. En ese proceso fundaron cuatro nuevas escuelas, la High School for International Business and Finance, una de ellas, Francesca la dirigió durante sus primeros años.

Dirigiendo el plantel envolvió a todos los ex alumnos del George Washington High School que pudo para apoyar la nueva escuela. Entre ellos el ex Secretario de Estado Henry Kissinger, y Alam Greenspan, entonces presidente de la Junta de la Reserva Federal. Comprometió a varias personas e instituciones públicas y privadas apoyando la misión de su escuela.

Sus estudiantes hacían internados pagados en las grandes firmas de Wall Street, como bancos, corredores bursátiles y compañías de seguros. Esa escuela se convirtió en una de las mejores de la ciudad y cuando pasó una auditoría estatal con notas sobresalientes, la superintendente del distrito envió a buscar a Francesca para hacerle una oferta. Querían que ella supervisara el aspecto académico de 20 escuelas elementales, intermedias y secundarias, ascendiéndola a una nueva posición llamada Superintendente de Instrucción Local (LIS por sus siglas en inglés)

Su trabajo fue ganando reconocimiento hasta convertirla en la primera dominicana designada Superintendente del Distrito Escolar Seis en Washington Heights, el barrio dominicano de Manhattan.

Visualización de emergencia

Francesca era prisionera de la incertidumbre.

Una reorganización entraba en vigencia en el Departamento de Educación en el 2007, pero todavía no veía un lugar para ella en el nuevo organigrama. Y limpiaba su escritorio de Superintendente del Distrito. Cuando hubo vaciado las gavetas, sintió la profundidad de su propio vacío emocional, otra vez, necesitaba “calor y alegría”.

Estaba acorralada por la desolación, pero debía buscar su mejor ánimo y su mejor sonrisa, uno de sus principales encantos, porque sería oradora invitada en una graduación de la High School for International Business and Finances que ella fundó en el 2000. Era 2007 y Francesca, la maestra de maestras, pondría su mejor cara y daría lo que esperaban de ella. No sabía cómo, pero estaba segura de que lo haría.

El teléfono interrumpió sus cavilaciones.

Era la última hora de su último día de trabajo, tenía casi todas sus cosas empacadas en cajas y la buscaba un grupo de personas en la recepción. Los mandó a pasar y siguió decidiendo cuáles cosas tirar al zafacón o llevarse, cuando escuchó los pasos de sus últimos visitantes.
Levantó la mirada.
Y se le cayeron las lágrimas.
Eran varios jóvenes dominicanos, de sus primeros graduandos en la High School for International Business and Finance. Traían diplomas de la universidad, y contratos de trabajos en bancos y otras firmas de Wall Street. Se levantó, los abrazó, mojó sus camisas y blusas con sus lágrimas, los besó una y otra vez, se unieron todos en un solo abrazo de regocijo.

Como un relámpago, Francesca tuvo una visión instantánea, visualizando su presentación en la graduación donde la esperaban. Se llevó a los estudiantes visitantes a la graduación, la presentaron, ella se levantó, habló brevemente e introdujo a cada uno de sus estudiantes, quienes contaron la historia de cómo lo aprendido en esa escuela los llevó hasta graduarse de la universidad y conseguir los empleos envidiablemente bien pagados que ahora tenían.

El auditorio estaba lleno de padres, relacionados de los estudiantes, profesores y otros integrantes del personal de apoyo. Cada uno de los ex estudiantes-disertantes, hoy exitosos profesionales, fueron escuchados con atención y aplaudidos con ovación.

Progresando

Y Francesca consiguió un nuevo empleo. Pasó de ser una de los 35 superintendentes comunitarios de la ciudad, a un club un poco más exclusivo, la designaron como una de 10 Superintendentes de Escuelas Secundarias neoyorquinas. Pasó a supervisar 45 escuelas secundarias de Manhattan y a entrenar a 20 directores para que aumenten el rendimiento académico de sus estudiantes.

Y acaba de ingresar a un grupo mucho más exclusivo, es una de cinco superintendentes de escuelas secundarias de la ciudad. Ella está encargada de las 65 secundarias de Queens.

Francesca llegó, trascendió el barrio dominicano, supervisó casi todas las escuelas secundarias de Manhattan; ahora supervisa todas las de Queens, el condado de mayor diversidad étnica de la nación. Sólo Dios sabe lo que estará visualizando Francesca ahora, o hasta donde llegará, aquí abundan las oportunidades y ella sabe aprovecharlas, y servirle a su comunidad simultáneamente.

INSPIRÓ A ORLANDO OVALLES (EX ALUMNO)

Siempre hay un profesor o profesora que merecidamente absorbe la atención de todos sus estudiantes de manera espontánea. Sea por la forma brillante como enseña una materia en particular, o por la forma meticulosa con la que le habla a los estudiantes, trayéndolos de un estado mental confuso y difícil de entender, a un estado donde todo lo que era realmente difícil de entender por tanto tiempo, ahora luce extremadamente fácil; así, al extremo de que puedes asegurar, alegremente, que las matemáticas son como un bizcocho, especialmente cuando hay una profesora de tan alto calibe como la señora Francesca Peña, que te lleva al estado de entedimiento cristalino en una simple clase de 45 minutos.

Ciertamente, esta es mi impresion de la señora Peña. Puedo decir con orgullo que ella fue mi primera profesora de matemáticas en el High School for International Business and Finance en 1999.

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