9 de enero de 2011

LOS PROBLEMAS DE HAITI TAMBIEN SON LOS NUESTROS

                                                                                                             por José Ernesto Devárez hijo
La actual situación que enfrenta la nación haitiana es de alarmarse, en especial si pasamos factura a la actitud que presentan nuestro Gobierno y algunos sectores de la sociedad dominicana ante dicha situación. No es necesario pasar lista a los problemas que aquejan al vecino país, pero sí es esencial que empecemos a entender que el bienestar dominicano está atado, querrámoslo o no, al bienestar del pueblo haitiano. Y no señor, no estoy diciendo que estamos aquí para resolverles todos los problemas, pero nuestro Gobierno y la sociedad deben tomar actitudes que fomenten la resolución a la problemática domínico-haitiana 
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A nivel social todos debemos entender que, al compartir una isla, los problemas del vecino terminan siendo problemas propios. ¿O acaso usted no es afectado cuando hay una infestación de ratones o insectos indeseables en la casa contigua a la suya, hay una fiesta muy ruidosa, u ocurren pleitos y gallaretas por un tubo y siete llaves? Este es el triste caso del pueblo haitiano, pues sus problemas de salubridad (desde que fue anunciada la propagación del cólera en Haití solo atiné a decir: “nos jodimos”), la existencia de un gobierno fallido (aún nosotros no estamos a ese nivel…) y la anarquía existente en muchas de sus comunidades afectan de manera directa el fenómeno de la migración ilegal hacia nuestro territorio. Si a todo esto le sumamos las devastaciones causadas por el terremoto y los huracanes que han azotado al vecino país durante los últimos dos años, entonces comprendemos que la nación y el Estado haitiano están como dirían en la lucha libre “en la loma”.

La situación haitiana incluso atenta contra la seguridad nacional dominicana, pues numerosas coyunturas del narcotráfico internacional han establecido como base comunidades costeras y fronterizas en el vecino país. Independientemente del esfuerzo hecho por nuestro Gobierno en materia del narcotráfico (ver para creer), la falta de autoridad y la corrupción endémica en el gobierno haitiano, unidos a la inhabilidad de los cuerpos militares dominicanos para asegurar la frontera (mejor ni menciono lo del pago de peajes en esas localidades, porque si lo hago termino escribiendo un libro) son la receta perfecta para un potencial descalabro de nuestra seguridad.
Incluso el sector económico de muchas de nuestras comunidades fronterizas depende de la relación
domínico-haitiana. Existen sectores de producción local, como la de pollos y derivados de éstos que utilizan al vecino país para exportar su productos. Un descalabro sistemático de Haití representa un eventual descalabro de comunidades y sectores locales que dependen de esta “simbiosis”.

Pero nosotros, como sociedad no somos los únicos que hemos debido entender cómo nos afectan los problemas del vecino. Nuestro Gobierno, quien es responsable por velar por el bienestar colectivo, se ha hecho de la vista gorda a la hora de encarar este problema. Medidas para resolver el problema de la inmigración ilegal, la seguridad fronteriza y el diseño de estrategias para regular las relaciones domínico-haitianas brillan por su ausencia. La cantidad de haitianos “buscándosela” en nuestras calles y comunidades ha ido en aumento de manera sostenida, situación que propicia problemas sociales en el área de la salud, la educación y la vivienda. A todo esto, el Dr. Leonel Fernández se ha dedicado a pronunciarse públicamente sobre el problemática Palestino-Israelí, ofreciendo sus ideas para la resolución de dicho conflicto. Entonces yo me pregunto: ¿cómo es que usted, Sr. Presidente, pretende resolver los problemas de otras naciones, cuando su gobierno no puede resolver ni mejorar una situación en su propio patio? Me parece que como siempre, las prioridades están retorcidas, pues la resolución de conflictos debe empezar en casa.

La inacción de nuestro Gobierno ante la problemática domínico-haitiana solo pone al descubierto la falta de conceptos geopolíticos que manejan nuestros líderes. Llama la atención que un gobernante como el Dr. Leonel Fernández, quien maneja dichos conceptos estratégicos a nivel internacional, no haya agotado los debidos recursos para implementar las regulaciones necesarias.

Y no, no debemos cargar con esta cruz nosotros solos. La comunidad internacional debe acudir de manera masiva al auxilio haitiano. Nuestra Gobierno y sociedad carece de los recursos económicos para sostener dos naciones (¡a veces no hay ni para nosotros mismos!), lo cual hace más que necesaria la intervención de las grandes potencias mundiales; mucha de ellas parecen ya haberse olvidado de su responsabilidad con Haití. Nuestro Gobierno debe estar preparado para presiones a nivel internacional, porque como siempre, otras naciones tildarán a nuestro país de racista, mientras optan por olvidar la manera humanitaria y positiva en que nuestro país auxilio a Haití tras el terremoto a principios de año.

No obstante, y en la medida de lo posible, debemos tender una mano de ayuda al pueblo haitiano, pero sin descuidar nuestra seguridad y sosteniendo nuestra dominicanidad. Lograr el balance necesario entre trabajo humanitario y preservar nuestra soberanía es tal vez la encomienda más difícil de alcanzar en cuanto a la situación domínico-haitiana, pero el desentendimiento no es la respuesta a este problema binacional.

Aunque con diferentes culturas, ambas naciones están atadas por la historia. Y, al compartir una isla, si una columna cae, la inercia obliga a la otra columna a mantener el peso. Al final, nosotros somos los vecinos, estamos llamados a lidiar con esta situación, y debemos ser los más interesados en la resolución de los problemas que aquejan a Haití. Con miras al futuro, su bienestar representa el nuestro.


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