8 de julio de 2010

EL VICE- PRESIDENTE RECOMIENDA ALGUNOS LIBROS


Desde pequeño, siempre fui amante de los libros. Tal vez porque siendo hijo de un hogar con un padre contrario a la tiranía de Trujillo, el clima sofocante de la época me forzaba a refugiarme en la lectura para evadir cualquier desliz en la comunicación con relacionados y amigos que pudiera afectar a mi familia. El hábito lo he conservado durante toda mi vida y no me acuesto sin leer la página de algún libro. Hoy, con más facilidad que nunca se puede acceder a la lectura. Ya no es sólo el libro impreso que se compraba en una librería, sino que la vía electrónica nos permite recurrir a amazon.com para adquirirlo o sencillamente leerlo desde la propia pantalla, especialmente si tenemos a mano un iPad.



—¿Cuál libro me recomienda para leer? Es una pregunta que frecuentemente me hacen mis jóvenes amigos. Y siempre les digo que en cada libro pueden encontrarse una enseñanza. Los clásicos griegos, por ejemplo, nos conducen hasta esa cultura y nos permiten conocer el mundo helénico. Recuerdo muy vivamente la impresión que me causó, siendo estudiante del bachillerato, leer las tragedias de Sófocles, Esquilo y Eurípides, y las comedias de Aristófanes. De ahí a leer la historia de Atenas, Esparta, las Guerras Púnicas y Médicas, fue un solo paso. Pero, ¿cómo no recordar las lecturas peligrosas bajo la tiranía de Trujillo? Se trataba de obras en cuyas páginas se vertían criterios incendiarios contra el despotismo. Como “El hombre mediocre” de José Ingenieros y “Las Catilinarias” de Juan Montalvo. Al “Quijote de la Mancha” lo disfruté desde muy joven. Desde entonces lo he vuelto a leer en múltiples oportunidades, siempre encontrando en sus páginas una lección a seguir, como la que dio don Quijote a Sancho Panza sobre el arte de impartir justicia, cuando lo hizo gobernador de la Ínsula de Barataria. Víctor Hugo con “Los Miserables” me hizo llenar de indignación al comprobar la explotación de los pobres del París del siglo XIX. Es una novela memorable, de gran intensidad, que tuve la suerte de poder leer no sólo traducida, sino en su idioma original.



Luego están los novelistas del siglo XX y, en especial, los latinoamericanos del realismo mágico, como Gabriel García Márquez, con sus “Cien Años de Soledad”, “El Amor en tiempos de cólera”, “El General en su Laberinto” y Mario Vargas Llosa, con “Conversación en la Catedral”, “La Casa Verde”, y “La Guerra Infinita”. Son muchos los autores dominicanos que recomendaría leer y estudiar. Ahí están “La Sangre” de Tulio Cesteros; “Siluetas”, de Miguel Angel Garrido; “Over”, de Ramón Marrero Aristy; “El Masacre se pasa a pie”, de Freddy Prestol Castillo. Estas son obras de naturaleza social; pero, no hay que olvidar que también tenemos buenos novelistas, cuentistas, historiadores, ensayistas y poetas, con publicaciones que deben leerse. Naturalmente, como discípulo que fui del profesor Juan Bosch, me inclino a recomendar su vasta producción. Su “Composición Social Dominicana”, es la interpretación científica de la historia del país. “De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe Frontera Imperial”, nos muestra el devenir histórico de la región geográfica en donde nos ha tocado nacer y vivir. Y luego están sus ensayos, como el estudio de “El Feudalismo” y “La Historia de los Pueblos Arabes”; sus estudios bíblicos, como “David, biografía de un rey” o “Judas Iscariote, el Calumniado”. Y no olvidemos sus cuentos, que por algo fue siempre considerado por la crítica como uno de los mejores exponentes de este género en América Latina y el mundo.

Son muchas las ocupaciones que demanda la Vicepresidencia de la República, pero siempre encuentro el tiempo para fijar mi vista en las páginas de un libro. No importa de cuál género sea, pues siempre hallaré en sus folios una enseñanza. Eso sí, y lo aprendí de mi padre desde niño, lo que se comienza debe terminarse. Por eso, aunque me parezca aburrido el tema de que trata o no me identifique con los planteamientos del autor, siempre he finalizado el libro cuya lectura he iniciado.



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