Siempre sostuve que el tamaño no importa, hasta ese día en que lo conocí. Siempre defendí que lo ideal era saber usarlo, refiriéndome a las dotes masculinas. Este es un tema del que se habla en voz baja, pero que cada vez que lo toco no puedo dejar de reírme, siempre me acuerdo de su minúsculo miembro, que más bien parecía una croqueta de repostería tacaña. Como siempre en estos temas las verdades se dicen a medias, la vergüenza sonroja la cara y las miradas picaras esconden el trasfondo y las historias de muchas mujeres que han callado por pudor.
Sigo creyendo que el tamaño no importa siempre y cuando no sea tan chiquito como el de mi amigo. Sé cree que mientras más tamaño mejor disfrute, no es del todo cierto, cada mujer tiene gustos diferentes, pero rayar en el exceso es una regla que no me gusta apoyar. Lo cierto es que la normalidad es la regla del juego, no apoyo los excesos.
Realmente no me importa el ego de mi amigo, además ustedes no saben el nombre, les contaré. Mi querido amigo mide un poco más de seis pies. Siempre le miraba los zapatos, por el mito ese, de decir que dependiendo del tamaño del pie es el disfrute en potencia con ese caballero. Lo miraba y me reía, siempre lo escuchaba decir “Lo tengo chiquito” creí que era una forma de que yo aumentara las expectativas, pues parecería que sería todo lo contrario. Sin muchos preámbulos el amigo en cuestión llegó a merecer un encuentro, salí con las expectativas en alto, él era todo un caballero, su trato exquisito era digno de disfrute.
Llegamos hablamos y como era de esperarse se concreto el simulacro de encuentro. Que tal si les digo que lo tenía tan chiquito que me salio una carcajada de esas que no se controlan cuando lo vi desnudo, pero logré inventar una excusa para la risa. Jamás imaginé que un hombre tan grande tuviera tan poco en las entrepiernas, apenas unos dos centímetros. Lo peor de todo no fue el tamaño fue su pregunta después que terminamos el encuentro ¿Te gustó? ¿Lo sentiste?
Tomado de InstintoFemenino.com
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