POR: ROSANNA SALAZAR
Hace poco tiempo era defensora acérrima del derecho a votar y peleaba hasta con el mismo diablo si alguien se atrevía a desconfiar de esta parte tan vital del discurrir democrático. Pero hoy día estoy convencida que ir a sufragar por la sarta de politiqueros que dicen hacer política es ser parte del juego sucio que ellos se inventaron para mantener el estado de corrupción en que se desenvuelven las actividades de los que ejercen el poder político.
Miro sus caras retocadas por el infaltable fotoshop, para renegar hasta de su propia identidad de negros y mulatos y sólo veo una falsa sonrisa que vende un producto barato que se precia de caro, pero que no llega ni a bagatela.
Los observo con esos rostros de mercado, con su absurdo maquillaje que no disfraza nada, pues no pueden esconder su hambre de poder y lucro, su oportunismo descarnado y sus ansias de venderse al mejor postor y si es en dólares mejor.
No voy a ejercer el derecho que consagra la Constitución de la República porque no me siento representada por ninguno de los candidatos de la oferta electoral.
No iré a votar el domingo 16 de mayo, porque no se ha presentado un sólo proyecto de ley que sirva para transformar el sistema legalizado de injusticias, de corrupción, de tráfico de influencias, de nepotismo, de desigualdades, de arribismo, de prebendas, exoneraciones y lacayismo.
No voy a legalizar, con mi voto, este sistema antidemocrático de uso desenfrenado del poder para beneficio de élites y de permisividad a los funcionarios de alto rango, tanto en el sector civil y más en el militar.
No iré a sufragar en estas elecciones, porque ya está bueno de que haya congresistas imputados en hechos delictivos y que puedan ser repostulados, o que tengamos diputados intocables aunque hayan infringido las leyes dominicanas.
No votaré este mayo ni en ningún otro, porque los congresistas no son para formar ONGS que sólo sirven para hacer crecer las cuentas personales de esos "servidores" públicos haciéndole creer al pueblo que pagando sus recetas médicas o poniendo sus nombres en ambulancias (atribuciones que sólo competen a Salud Pública), son la encarnación de San Francisco de Asís, o de la Madre Teresa de Calcuta.
No suscribiré más este sistema de arbitrariedades, de perversos, de corruptos, de ineptos, de impensantes, de deshonestos y aves rapaces. Me inscribo en el 52 por ciento que no se hará cómplice de la inmundicia política que circunda a esta pseudodemocracia.
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