Visitar el impresionante santuario marino samanense donde cada año incursionan las inofensivas, gigantescas y llamativas ballenas jorobadas, constituye uno de los más inolvidables y fascinantes espectáculos que la naturaleza dominicana permite disfrutar a plenitud.
Allí, a unas cuantas milas del epicentro del legendario templo conocido como “la“Churcha”, luego de navegar en una modesta embarcación, bajo el timonel de un intrépido y veterano yolero, capaz de cercenar las constantes y elevadas olas del mar, es posible contemplar el meteórico desplazamiento y los saltos que de manera espontánea realizan estos voluminosos mamíferos, teniendo como piscina natural un extremo de la atractiva y acogedora Bahía de Samaná.
La vista panorámica que pone al desnudo el trayecto marino que conduce al contacto directo con las ballenas jorobadas, matizado por el muy concurrido Cayo Levantado y un litoral arropado por el verdor de una extensa y exuberante vegetación, además de que imposibilita pensar en lo riesgoso de la odisea, lleva al visitante a envolverse en un alucinante diorama multicolor que raya con lo fascinante.
La presencia de las ballenas jorobadas, en el tentador Banco de la Plata y la envilecedora Bahía de Samaná, se registra cada año, durante los meses enero-marzo, en donde realizan un sorprendente ceremonial, luego de haberse desplazado desde los mares de Islandia, Greenland, Canadá y América del Norte
EL NACIONAL
Juan Cruz Trifolio
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