Desde su juventud, Rafael Leonidas Trujillo Molina tuvo un espíritu fiestero, que se intensificó más con su ascenso al poder, pues con los beneficios y comodidades a sus pies, el Jefe impresionaba a sus amigos con grandes fiestas amenizadas por las mejores orquestas, en las que se servían finas bebidas y buena comida.
Estos despliegues no eran para agradar a los invitados, sino para el deleite del anfitrión, sostiene Mario Read Vittini, en su libro “Trujillo de Cerca”.
Aunque a finales de la Era las fiestas siguieron siendo las mismas, la figura de Trujillo perdía vigor y se mostraba en algunas ocasiones atormentado, quizás cercado por el cambio de actitud de Estados Unidos y de una Cuba “belicosa”, donde se había impuesto la revolución con Fidel Castro a la cabeza, además de su avanzada edad y la sospecha de que su régimen estaba llegando a su fin.
El maestro de la canción Fernando Casado, quien tuvo la oportunidad de tocar en la fiesta de fin de año de 1960, la última que Trujillo ofreció en su residencia ubicada en los terrenos donde está ahora la Plaza de la Cultura, en una entrevista recordó que el tirano ya no tenía el mismo ánimo de otros tiempos, a veces se le escuchaba decir palabras impublicables.
“Sin embargo su deseo de bailar y llevarse todos los elogios no mermaron, por lo que no le importaba pasarse toda la noche bailando”, dijo.
La versión de Fernando Casado coincide con lo escrito por el periodista Manuel de Jesús Javier García en su libro “Mis 20 años en el Palacio Nacional junto a Trujillo y otros gobernantes dominicanos”, en el que dedicó un capítulo a las bebentinas de Trujillo durante los últimos tiempos del régimen. Dice que el Jefe bebía en exceso y en varias ocasiones, reunido con un grupo de sus más cercanos colaboradores y amigos, decía disparates e incoherencias.
En el capítulo titulado “Las borracheras de Trujillo”, narra que, además de decir incoherencias, el Jefe hablaba de su vida amorosa y era celebrado por sus contertulios. Así sucedió en el Casino del Sur en Barahona durante uno de sus recorridos. Trujillo perdió el control, por la embriaguez y daba la impresión de que no era el mismo que cuidaba con esmero su apariencia física y vestuario, “tenía el rostro grasoso, la mirada imprecisa y la voz opaca”.
Testimonio
Fernando Casado
“Yo recuerdo que Trujillo en la medida que avanzaba la fiesta, se notaba que su personalidad se iba activando. Su reacción daba la impresión de que tenía una personalidad superior a la del resto. Lo vi bailar con una joven muy llamativa y salió también a la pista su hijo Radhamés. Parecía que hijo y padre competían en el baile, pues en la pista solo estaban ellos, nadie se atrevía a bailar sin la autorización de Trujillo”.
HOY.COM
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