El presidente Mejía se ha dedicado por completo al proselitismo. Prefiere “brillar la hebilla y hablar de pichirrí” que enfrentarse a los verdaderos problemas del país.
El cambio de posiciones, de señales en el juego político y en la forma de dirigir la nación ha sido una constante en la gestión del presidente Hipólito Mejía y su equipo político denominado Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), una situación que ha provocado la desconfianza casi generalizada en la población, fruto de que cuando el mandatario dice dijo al final dirá que quiso decir Diego.
Aunque el presidente Mejía intenta seguir los pasos del extinto caudillo Joaquín Balaguer, quien se podría llamar el precursor de la reelección, no cogió bien las señas y ha demostrado poco talento en las artes del veterano político. Eso, entre otros males, mantiene al PRD inmerso en una de sus peores crisis. En sus tiempos de gloria, el extinto líder reformista ejercía el poder, nunca dijo que no aspiraría a un nuevo período y siempre dejaba abierta esa posibilidad y finalmente se cumplía el “vuelve y vuelve”. Por el contrario, Mejía desde antes de ser electo presidente dijo que no aspiraba a repostularse y en los primeros meses de llegar al poder insistió en que era un hombre de palabra y que se iría a su casa terminado el período para el cual fue elegido.
Pero ya para mayo del 2001 comenzó a dejar abiertas las posibilidades de la reelección y mientras decía que no, sus más cercanos colaboradores en el gobierno, y hombres claves en el PPH, se atrevieron a contradecirlo públicamente y aseguraban que la reelección iba como única forma de perpetuarse en el poder.
Quizás por eso, y variando el esquema de sus antecesores, Mejía se mostró renuente a cambiar a sus funcionarios, bajo el argumento de que aunque no son unos genios de la economía ni en la administración pública, son quienes apoyaron su proyecto y se fajaron en la campaña, pero sabía, sobretodo, que no lo enfrentarían en una convención. Su decisión de no cambiar a sus funcionarios es quizás una de las cosas que acentúa aún más la crisis económica, puesto que muchos siguen en sus puestos aunque no han dado pie con bola con las medidas asumidas y recomendadas al mandatario.
Una muestra de la forma de cómo el presidente Mejía dice una cosa en público y luego hace otra a su espalda, es la escogencia de tres jueces de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), en septiembre del 2001, quienes fueron designados mediante un acuerdo político aunque todo el tiempo se dijo que se haría un proceso transparente y justo mediante la evaluación y depuración de los aspirantes.
Después de la escogencia, el propio presidente Mejía dijo en la comunidad de Baitoa, Santiago, el viernes 14 de septiembre del 2001, que la selección fue analizada con tiempo suficiente y reveló que Balaguer le pidió que le dieran un puesto a Pedro Romero Confesor, mientras que los otros dos fueron designados atendiendo a petición de la SCJ y del propio PRD.
La variación en su posición también le ha costado la renuncia de dos importantes funcionarios. El primero en dejar su cargo fue el Procurador General de la República, Virgilio Bello Rosa, virtualmente molesto por el “boche” público que le dio Mejía como respuesta a sus quejas de que en el país hacía falta voluntad política para combatir la corrupción.
Se recuerda que el mandatario le respondió que si en el país no hay voluntad política para perseguir a los corruptos el culpable era él como funcionario responsable de las acciones del Ministerio Público. Bello Rosa entendió que eso no era así y prefirió dejar el cargo, para no entrar en contradicciones públicas. En la actualidad Bello Rosa, quien además es vicepresidente del PRD, es uno de los que se oponen a las aspiraciones continuistas del mandatario y considera que “después que murió Peña Gómez en el PRD ha habido un descalabro en su esencia”.
Hugo Tolentino Dipp es el otro renunciante, quien anunció que dejaba la Cancillería luego de que la posición del país asumida frente a las Naciones Unidas en contra de la invasión de los Estados Unidos a Irak, fue variada por el presidente Mejía, quien además de manifestar su respaldo a los Estados Unidos, se comprometió a enviar tropas hacia la lejana nación invadida. Así la cosas, Tolentino renunció y también se ha manifestado en contra de la reelección.
Igual en la política
En el campo político ha sido igual, porque el presidente Mejía y su equipo del PPH concibió su obra reeleccionista de una manera planificada regando semillas que germinaron en la Constitución, el Congreso Nacional, en la Junta Central Electoral, en las Primarias del Partido Reformista Social Cristiano, y especialmente se sirvió con la cuchara grande del Partido Revolucionario Dominicano.
El proyecto, en principio encubierto, se sustentó en la mentira y en vanas promesas hechas por el mandatario, que comenzó primero con deshonrar su propia palabra de que no duraría más de cuatro años en el “carguito”, para en abril del 2003 sorprender al país con sus deseos de continuar.
Para legalizar su obra maestra, volvió a mentir a la sociedad cuando convocó a todas las organizaciones políticas y de la sociedad civil, coordinadas por monseñor Agripino Núñez Collado, con el noble propósito de hacer una reforma amplia a la Constitución y una vez terminado el proyecto, el jefe del Estado sacó a la luz pública su verdadero propósito de reformar la Carta Magna con el único objetivo de introducir la reelección presidencial por un período consecutivo.
En las primarias del PRSC, el 30 de junio del 2003, el jefe de Estado orientó a sus “muchachos” para que supuestamente intervinieran en ese evento pese a que era de una organización que le sirvió de aliada para la aprobación de importantes proyectos de reforma económica y básicamente para aprobar la reelección. Como consecuencia de esa intervención en las elecciones internas reformistas a favor del actual candidato Eduardo Estrella, se produjo una división con Jacinto Peynado que cumplirá un año y que mantiene a esa organización estancada electoralmente.
El nuevo reto de los “dinosaurios” reeleccionistas (como en un momento lo llamaba el propio Mejía) fue la de echar el pleito en su propia organización. Se enfrentaron en el campo de batalla con siete precandidatos perredeístas que en un momento parecían que habían derrotado al jefe de Estado y su afán releeccionista.
La realización de un plebiscito por parte de los antirreeleccionistas sería la estocada mortal a la reelección, junto a los datos fulminantes de dos encuestas hechas por firmas internacionales donde el 76 y 80 por ciento, respectivamente, rechazaban el continuismo.
Pero el mandatario maniobró y apenas a una semana de realizar el plebiscito, hizo una contra propuesta al grupo de los siete precandidatos: Hatuey De Camps, Milagros Ortiz Bosch, Rafael Suberví Bonilla, Emmanuel Esquea, Rafael Flores Estrella, Ramón Alburquerque y José Rafael Abinader. Éstos pospusieron la consulta interna a los perredeístas y desde ese momento perdió fuerza.
La jugada del mandatario comenzó a debilitar al “Grupo de los 7”, que luego se convirtió en “Grupo de los 6”, con la salida de Fello Suberví.
Como era de esperarse, los resultados de la consulta interna perdió impacto, mientras que una nueva oferta del mandatario para someterse a una convención en la que estaría obligado a sacar el 50% más uno de los votos para poder ser candidato, fue aceptada por una parte de los precandidatos, lo que provocó la división de los “6” en dos grupos: un trío conformado por Fello Suberví, Ortiz Bosch y Esquea Guerrero que competirían junto al mandatario y otro bando, de los antireeleccionistas, donde competirían De Camps, Alburquerque, Abinader y Flores Estrella, éste último se retiró en la víspera.
De Camps resultó electo presidente de una facción del PRD en diciembre del 2003 en una convención, pero luego perdió cuando el PPH llevó el caso a la Cámara Contenciosa de la Junta Central Electoral, que rechazó las decisiones del Comité Ejecutivo Nacional, presidida por De Camps y también su convención.
El presidente Mejía y el PPH librarían su próxima batalla frente a tres precandidatos que sumarían sus votos contra él. Apenas una semana antes de participar en la convención del 14 de diciembre del 2003, decidieron retirarse con el alegato de que el jefe de Estado estaba utilizando los recursos del Estado en su contra y la presentación de pruebas irrefutables del montaje de un fraude colosal.
La crisis del PRD continuó viento en popa en el 2004. El presidente Mejía somete ante el Congreso Nacional el proyecto de ley de Voto Preferencial Electoral, mediante el cual el PRD y todas las organizaciones políticas podrían inscribir cinco candidatos a la presidencia; y de nuevo volvió a prometer a Fello a Milagros y Esquea la posposición de la convención del pasado domingo 18, donde se mediría a su aliado Francisco Joseph Thomén. A penas horas antes rompió con lo prometido y ordenó realizar la convención.
Convención justificada
El presidente Mejía participó de una convención previamente legalizada por la JCE, dado que la ordenó hacer cuando emitió el fallo que desconoció la convención que eligió a De Camps como candidato presidencial. La convención fue justificada por el aliado del mandatario Thomén.De esta manera los resultados de la convención contarían con todas las de la ley, sin la posibilidad de que una sentencia contraria la pueda impugnar.
El “doble play” del PPH es una carta a jugar en la convención de delegados del próximo domingo 25 de enero. Al criterio de los asambleístas, o por orden expresa, está ratificar a Mejía como candidato del PRD, y de paso destituirían a De Camps como presidente del partido y a Fello Suberví como secretario general.
De esta manera el PPH se alza con el santo y la limosna en el PRD, que ahora tiene la sartén por el mango de la organización que lideró José Francisco Peña Gómez y en la que Fello y De Camps son dirigentes de vieja data. AHORA.COM.DO ,Febrero del 2004 | |
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