Las “champañeras” ya no lucen compactas y joviales como antes. Las cosas han cambiado. Los vinos, whiskies y las fiestas son temas del pasado. Atrás, una época de encantos; hoy, un ambiente hostil entre ex camaradas que se acusan mutuamente.
Sobeida Félix Morel, Leavy Yadira Nin Batista y Madeline Bernard, tres mujeres comunes que experimentaron un estrellato inesperado. Sus rostros, radiantes de alegría y bienestar, rodaron sin mucho ruido por espacios cibernéticos. Años después, esas mismas caras fueron captadas por cámaras fotográficas y de televisión, que deleitaron a todo un pueblo sediento de morbo y entretenimiento noticioso.
Nada es igual. Esos semblantes alegres y gozosos, que tanto divirtieron al capo boricua José David Figueroa Agosto, hoy emergen pálidos, angustiados y nerviosos. Del grupo, solo a Sobeida se le ve relajada y sonriente. Y hasta sigue posando para las cámaras. A Leavy difícilmente se le observa sonreír.
Madeline, esposa de un coronel policial conquistado por el narcotráfico y acribillado frente a su casa, hace tan poco ruido en la sala de audiencia donde el Primer Tribunal Colegiado del Distrito Nacional celebra el juicio, que algunos preguntan si está presente. No se siente. Permanece en silla de ruedas, porque el día que mataron a su esposo, José Amado González González, ella también recibió varios tiros.
La armonía entre el grupo comenzó a cambiar desde que la Fiscalía del Distrito Nacional implementó la estrategia de negociar con imputados claves del proceso. Esto, tal vez, explica la tranquilidad de Sobeida y la perturbación de su compañera de juergas, Mary Elvira Peláez Frappier. La ruptura de las antiguas amigas se veía llegar.
En las últimas tres semanas, no ha pasado una audiencia sin que el nombre de Mary no salga a flote en el tribunal. Y no precisamente para bien. Los testigos que la mencionan, revalidan la hipótesis que intenta demostrar el Ministerio Público de que la acusada era quien manejaba los asuntos financieros de la red mafiosa de Figueroa Agosto. Una especie de “tesorera” de la mafia del reo por narcotráfico puertorriqueño.
Su otrora amiga Sobeida, fue la primera en enfrentarla. Tan pronto se hizo público el acuerdo con el Ministerio Público, la acusó de administrar con su nombre onerosos bienes de Figueroa Agosto, y de participar en encuentros que este señor organizaba en Casa de Campo, La Romana, en el complejo turístico de Cabarete, en fincas, casas y apartamentos.
Deja ver indignación
Mary, comprometida, decidió responder a la amante de Figueroa Agosto. Pero, más que defenderse dejó ver su indignación por las delaciones de su ex camarada. Se sintió traicionada.
Nin Batista, otra de las mujeres del hombre de las mil y una identidades, hizo igual que Sobeida: pactó con la Fiscalía y, el día de sus declaraciones, no solo involucró a Mary en el plan para fugarse del país, sino que metió en el paquete a su hermana Adolphina Peláez (Dolphy), una ex presentadora de televisión ligada al grupo de las “champañeras”.
El resto de los imputados, Sammy Dahuajre, Ivannovich Smester, Juan José Ibarra y Eddy Brito, también bailaron pegados en las confesiones de Sobeida.
Por eso, cuando los jueces del tribunal disponen un receso, ni siquiera miran para donde está Sobeida, incluyendo a Brito, su ex esposo. La torta se viró: Sobeida ya no es figura principal en esta película, aunque para sus ex amigos encarna el papel de la mala. La camaradería se desintegró. Los ojos están puestos en Mary Peláez. No en Sobeida, la negociadora.
EL CARIBE.COM
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