Pensamos que perdonar es empequeñecer los eventos ocurridos u olvidarlos y nos resistimos ante esta posibilidad.
PERDONAR NO ES olvidar lo que nos ocurrió, justificar un determinado evento o mal comportamiento, aceptar lo ocurrido con resignación, negar el dolor ni minimizar los eventos ocurridos.
Creemos erradamente que el perdón debe de conducirnos inexorablemente a la reconciliación con el agresor y por tal motivo lo rechazamos.
Perdonar no implica eso para nada, el perdón es UNICAMENTE PARA TI y para nadie más.
No hay que esperar que la persona que nos agredió cambie o modifique su conducta, pues lo más probable es que no cambie o que, incluso, se ponga peor.
El perdón se debe realizar 'sin expectativas', sin esperar que algo suceda. No perdonamos de corazón cuando esperamos un resarcimiento.
Además, si esperamos que el agresor acepte su error, probablemente estaremos esperando en vano, gastando nuestro tiempo y energías en una disculpa que jamás llegará.
Si seguimos anclados en el problema, queriendo que nos paguen por nuestro dolor, no hemos perdonado. Ahí quien tiene el comando de nuestra vida es el EGO, que quiere a toda costa castigar o cobrar al agresor.
Pero no existe nada ni nadie que pueda resarcir el dolor ocasionado en el pasado, el pasado no tiene como ser cambiado.
Ningún tipo de venganza o retribución podrá subsanar los momentos de tristeza y desolación que vivimos, lo mal que nos sentimos.
Una disculpa no cambiará los hechos, lo ocurrido en el pasado. Esperarla sólo refleja el deseo de alimentar nuestro ego, nuestra sed de justicia mal enfocada.
PERDONAR ES mirar los hechos tal como sucedieron y luego dejarlos ir, dejarlos en el ayer.
Aceptar que aprendimos la lección y que logramos vencer las circunstancias negativas o difíciles que nos tocaron vivir.
Cortesia de mi amiga Lucy Castro
de Bolivia
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