Mientras compraba helados en una tienda, Raúl Yzaguirre no percibió que varias papeletas de mil pesos que tenía en sus bolsillos habían caído al suelo cuando extrajo una para pagar la cuenta. Un dominicano que esperaba en la fi la recogió el dinero y se lo entregó a su dueño, sin distinguir a quién le hacía el favor.
Ese solo gesto quedó grabado en la memoria de Yzaguirre como uno de los tantos que, en su experiencia de embajador de la nación mas poderosa del mundo, que hoy cumple su misión diplomática, sintetizan “un fuerte espíritu humano” que marca la idiosincracia dominicana.
“Para mí, ese espíritu humano hace de la República Dominicana un lugar único”, y, “...es solo un ejemplo del tipo de cosas que suceden aquí todo el tiempo”.
Para el renunciante embajador Yzaguirre, el dominicano es “gente que se preocupa por los demás y que tratan de hacer lo correcto”.
Su juicio benevolente alcanza también a los dominicanos que viven en los Estados Unidos, más de un millón, según sus apreciaciones, que constituyen “la historia del éxito americano”.
“De verdad que se trata de un grupo impresionante”, subraya Yzaguirre al concedernos una entrevista de despedida en su residencia diplomática, casi una forma de pagarle al LISTÍN DIARIO la deuda de dos visitas postergadas a la sede de este diario, mientras se desempeñaba como embajador. He aquí cómo discurrió nuestra conversación
El Caribe
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