Hace 15 años, Luis (nombre ficticio) contoneaba sus caderas en hoteles y pueblos del interior del país mientras bailaba con mucho brío con un grupo de travestis. En sus viajes tenía encuentros sexuales con hombres. Duró varios años en el negocio, hasta que se enteró que tenía cinco años con Sida.
"Simplemente me estanqué", recuerda Luis, quien hoy tiene 43 años y 10 sabiendo que está enfermo. El penúltimo de cuatro hermanos, y criado solamente con su madre, cuenta que rehúye acostarse con hombres por temor a contagiarlos.
Delgado, ataviado con jeans, camiseta, gorra y lentes, cuenta que se dedicó a trabajar por tres años en la electromecánica, recibió mucha ayuda sicológica, y hoy orienta a otros homosexuales infectados.
Sólo la comunidad gay que se dedica al trabajo sexual en Santo Domingo, Puerto Plata, Samaná y La Romana supera los 1,500 miembros, según señala Leonardo Sánchez, director de Amigos Siempre Amigos.
La entidad, que ofrece ayuda sicológica, atiende semanalmente hasta tres gays o trabajadores sexuales infectados con VIH. A Sánchez le preocupan aquellos que no saben que portan el virus porque son agentes de contagio.
La comunidad se une a las mujeres que ejercen el oficio más viejo de la historia. El Movimiento de Mujeres Unidas (Modemu) estima que las trabajadoras sexuales superan con creces a los hombres al sumar más de 200 mil en todo el país, siendo unas 6,000 haitianas.
Modemu tiene unas 6,000 miembras, todas trabajadoras sexuales. De esas, 600 enfermas de Sida se agrupan en el Comité de Apoyo a Compañeras viviendo con VIH.
De no ser por el apoyo que reciben del Estado a través de las Unidades de Atención Integral, que les suministran los antirretrovirales, gastarían al mes hasta RD$20,000 en medicamentos y alimentación adecuada. Dependiendo dónde ejerzan, consiguen hasta RD$3,000 por día o noche.
Las también llamadas "maripositas noctámbulas", prostitutas o meretrices, que continúan laborando con el virus a cuestas, afirman que la clave es usar preservativos. Según la Primera Encuesta de Vigilancia de Comportamiento con Vinculación Serológica en Poblaciones Vulnerables, entre un 32.9% y 57.9% usa condones con sus clientes. No obstante, en Barahona el 67.1% lo hace a veces.
El problema es que llegan a un grado de confianza con algunos clientes que luego optan por no usar condones, a lo que se suma la incidencia del consumo de drogas. "Las trabajadoras sexuales se convierten en amigas y en desahogo", dice Marina Torres, directora ejecutiva de Modemu, quien destaca que algunas hasta les diligencian las drogas.
Entre 21% y 29.6% de las trabajadoras sexuales de Santo Domingo, Santiago y Barahona acostumbra consumir alcohol, y un 55.6% en La Altagracia. Mientras que entre 19.9% y 49.6% es consumidor de droga, principalmente marihuana y crack. Así lo arroja la Primera Encuesta de Vigilancia, elaborada en el 2008 por el Copresida, Salud Pública, el Banco Mundial y la Usaid, y otras.
Un trabajo sin currículum
Como el trabajo sexual no pide currículo, muchas ingresan al negocio al carecer de educación formal y acta de nacimiento, agregándose la escasez de empleos para la población, señala Paula Disla, coordinadora de Educación y Movilización Social del Consejo Presidencial del Sida (Copresida).
Esa situación fue la que llevó a Laura (nombre ficticio) a prostituirse hace 18 años. La mujer de tez morena y ojos grandes, sólo llegó al sexto curso. Aunque criada con su madre y padrastro, dice que no encontró el apoyo necesario para prepararse. Con dos hombres diferentes tuvo dos hijas que hoy tienen 25 y 22 años.
A escondidas de su familia hacía servicios por su cuenta en el municipio Guerra. Irónicamente, fue un año después de que se casó que su esposo (fallecido), que éste la contagió. "Es como para morirse. Tú sientes que el mundo se te cae", cuenta.
Impulsada por la necesidad económica, ya enferma, siguió atendiendo clientes con la salvedad de protegerse. "Yo era tan ignorante que no me protegía", se lamenta. Hoy cuenta que, paradójicamente, tras contraer el virus encontró clientes que le pagaban hasta RD$3,000 contrario a los RD$600 que le ofrecían cuando estaba sana. Lo atribuye a que algunos gustan de los retos.
Laura, hoy con 41 años, tiene su pareja quien no es portador. Se dedica a trabajar en la prevención y confiesa que le gustaría ser enfermera.
Según la representante de Copresida, el dejar ese oficio es un proceso. Actualmente, el Instituto de Formación Técnico Profesional ofrece cursos para este sector. Disla señala que ya algunas hablan de dejar esa vida conforme ganan más autoestima y determinación, pero otras necesitan más tiempo. Laura, por ejemplo, aunque hace tres años que dejó el trabajo sexual, no descarta atender algún cliente "de confianza" si se lo pide.
¿Por qué las prefieren?
"Muchas mujeres no nos permitimos el disfrute, el goce. En nuestra tradición judeo-cristiana surge una doble imagen de la mujer: la imagen de la figura femenina, virgen, mediadora, buena, sacrificada, víctima..., y la otra, seductora, engañosa. Esto produce una escisión en torno a la mujer: aquella con la que se convive se identifica más con la figura materna y bondadosa: la esposa..., con la otra, la trabajadora sexual, la amante, se permiten más juegos eróticos o sencillamente un mayor desarrollo de su sexualidad", explica la terapeuta sexual Ana Luna Espaillat.
"Está el tema del hombre solitario, tímido, que no ha logrado una relación estable y prefiere los servicios de una trabajadora sexual. Aquél que sólo utiliza sus servicios para que ésta le sirva de terapeuta, contándole sus problemas", agrega.
Según la Encuesta Demográfica y de Salud (Endesa 2007), un 1.9% de casados o unidos pagó por sexo. Un 3.9% de hombres entre los 15 y 24 años también lo hizo alguna vez, y además, otro 4.8% entre los 30 y 39 años y 3.8% entre los 40 y 49 años de edad.
Entre estos grupos más de 82% se protegió con preservativos en sus encuentros sexuales, lo que supone una mayor conciencia entre los clientes para prevenir contraer alguna enfermedad de transmisión sexual como el Sida.
Además de los casos de Luis y Laura, hay muchos otros. Cada afectado enfrenta su condición según su historia.
La República Dominicana está entre los países de América con mayor número de trabajadoras sexuales. Muchas criollas están en Europa.
UNIDADES DE ATENCIÓN
Aunque hace falta más inversión para luchar contra el Sida (descubierto en el 1981), los infectados con el VIH agradecen a las Unidades de Atención Integral (UAI) que están diseminadas en 72 centros de salud de todo el país donde reciben terapia antirretrovírica y medicamentos.
A la fecha, atienden 31,706 personas de las que 16,173 reciben antirretrovirales, informa el doctor Lorenzo Heredia de la Dirección General de Control de Infecciones de Transmisión Sexual y Sida (Digecitss), entidad encargada de dirigir el sistema.
Para calificar para los antirretrovirales, el paciente debe hacerse los análisis correspondientes y así comprobar su estado, y luego ir a una de las 72 UAI para confirmar su situación, explica Heredia.
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