Una radiografía a las cinco provincias de la franja fronteriza nos presenta la cruda miseria que arropa a los dominicanos que habitan esta parte de República Dominicana, limítrofe con Haití.Monte Cristi, Dajabón, Elías Piña, Independencia y Pedernales parecen haberse quedado estacionadas en la historia de necesidades que ha caracterizado, por años, a estas lejanas comunidades de precarias infraestructuras.
Los 501 kilómetros de frontera describen, o permiten ver, una estela de miseria que ofende la más mínima condición humana. Sólo los viernes y lunes, cuando se activa el mercado binacional, se puede sentir el movimiento económico que de por vida han esperado sus habitantes que se establezca en sus comunidades.
Sin embargo, sería injusto no reconocer que desde el Congreso de la República y el propio gobierno se han impulsado leyes para incentivar las inversiones en la zona fronteriza, lo que al parecer no ha sido suficiente para prender el motor del desarrollo en esas deprimidas provincias.
El Ministerio de Agricultura, por ejemplo, reconoce las necesidades de mayores niveles de inversión en la agropecuaria, pues todavía, a todo lo largo de la franja que nos separa de Haití, se llevan a cabo actividades agrícolas de subsistencia.
Hace falta que las autoridades fijen la mirada con mayor atención hacia nuestros hermanos fronterizos que, en medio de las vicisitudes y los problemas a los que tienen que enfrentarse cada día para subsistir, permancen ahí esperanzados en que algún día las condiciones de vida tendrán que cambiar para su
provecho.
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