Por: Ramon Tejada Read
La narrativa de una de esas últimas visitas quizás usted la conoce: En el hospital Darío Contreras, solicitó que le llevaran a un baño y quisieron que fuera a uno especial. No, dijo, quiero ir a uno de los que usa la gente que viene al centro. Y fue la indignación.
Las visitas sorpresa del Presidente de la República a un hospital del Estado, como a una asociación de mujeres que crían tilapias en Barahona, podrán ser minimizadas por algunos; otros las criticarán por lo bajo y muchos hasta cuestionarán su eficacia. Sin embargo, nada más útil.
El Presidente de la República es el gran supervisor de ese enorme aparato que es el Estado, que debe estar al servicio del pueblo, pero que hasta ahora ha estado, en sus aspectos fundamentales, al servicio de ciertos sectores dominantes de la sociedad, los cuales sacan de él pingües beneficios en todos los sentidos.
La negligencia, el descuido, la ineficiencia, campean por todas partes en esa estructura gigantesca que es el Estado, y pululan los negocios y negocitos de toda ralea y es fundamental que cada responsable se sienta supervisado, se sienta convocado a la eficiencia, a no engañarse ni a tratar de engañar a nadie diciendo que funciona lo que no funciona.
Y el jefe del Estado y del gobierno tiene que ver qué hay en cada sitio; y verlo sin la intermediación de nada ni de nadie; sin comisiones que informen; sin parafernalia oficial dando su visión ‘’oficial’’; sin prensa de por medio para que nadie confunda el método de trabajo con el espectáculo mediático que siempre tiene fines ulteriores.
Tales visitas son una convocatoria, una confrontación y un desafío a los encargados del Estado, a todos los niveles, para que cada uno asuma su función y cumpla sus deberes para con el pueblo que paga los impuestos de donde salen los sueldos de todos los empleados, no importa el rango.
Cierto, no podrá visitar todas las instituciones, pero para muestra bastarán unos cuantos botones, y esos botones pueden ser la gran diferencia.
Perspecticaciudadana.com
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