24 de junio de 2009

UNA MUJER MUY ESPECIAL DESCRIBE NUESTROS BELLOS ATARDECERES

MANZANILLO: LA CAMA DEL SOL
Hace muchos años en 1988 pasé por Manzanillo cuando íbamos al Morro de Montecristi en una excursión de empleados de Codetel. Esa vez, sólo vi parte del muelle y la belleza, como en un flash, de la Bahía de Manzanillo y siempre me quedó la sensación de que había contemplado el paraíso, pero que sólo me habían enseñado un pedazo. En abril de 1994 conocí a un manzanillero de verdad-verdad: Luis Peña Sosa. Siempre lo oía hablar de su pueblo, de su gente, de su playa, de lo acogedor de aquél sitio. Fue todo tan positivamente resaltado y ensalzado que ahora somos los padres de una tormenta tropical que se mueve no a cientos de kilómetros por hora, si no a miles; ese huracán humano es: Yara Peña Salazar (quien ahora tiene 13 años y piensa con toda esa energía de adolescente intensa y fuerte). Si en Santo Domingo, al sureste de la isla, se pueden ver los amaneceres más bellos del planeta; en Manzanillo, son dueños de la intensidad, la hermosura, luminosidad, colorido y magnitud de la puesta de sol más perfecta que he visto: el astro rey se coloca justo al Noroeste, con imponencia anaranjada o semirojiza y aquella redondez matemática que nos permite contemplarlo en todo su esplendor, sin que los ojos duelan, como en una vieja y reiterada promesa de su siguiente salida, de que volverá al día siguiente y para que no lo olvidemos nunca, se planta sobre la bahía hasta muy tarde en la tarde. Tan tarde en términos de horas que no cesamos en preguntar qué hora es, porque el incomparable sol manzanillero se despide lentamente de nuestra isla para quedarse en el corazón y en la memoria de los que tanto amamos y respetamos la naturaleza. Contemplar el azul del mar de la Bahía de Manzanillo y observar cómo el río y la vegetación al oeste, limitan los espacios geográficos con nuestros vecinos de Haití; hace recordar años de historia, de guerras y luchas, de tratados y pactos, de ancestrales y explotadoras compañías bananeras… Pero sentarse en los bancos del paseo del Atlántico , nos hace sentir que hay un mago que pinta la vida entre el verdor de los árboles, las rocas marrones y puntiagudas, la claridad del agua, el vigor de los niños nadando sin cansancio entre las olas blancas que los levantan como a barcos morenos que ríen y saltan y el canto del mar y los pájaros, reverenciando la generosidad natural que se levanta desde un punto tan extremo de la República Dominicana llamado MANZANILLO . Rosanna Salazar (Dominicana ) 24/06/09
La autora es publicista y educadora,actualmente reside en España

No hay comentarios: