Asistí el pasado domingo al VI Ceremonial del Pabellón de la Fama del Deporte Petromacorisano. Me sentí emocionado porque tres amigos entraron por la puerta ancha a la inmortalidad: Jesús (Pepe) Frías, Nelson Norman (La Araña) y el inmenso Sammy Sosa (el Bambino del Caribe). El Ingenio Consuelo aportaba tres de sus hijos beisbolistas a la memoria histórica del béisbol dominicano.
Quiero aprovechar para fijar mi punto de vista en lo que llamo “la deuda” con Sammy Sosa. En 1998 sus hazañas sirvieron para rescatar un béisbol de Grandes Ligas que sufría el abandono de los fanáticos a los estadios. Los ejecutivos de MLB disfrutaban a plenitud del talento indiscutible de Sammy, enfrascado en una memorable competencia con el norteamericano Mark Mc’Guire. Al finalizar la temporada, Sammy Sosa fue invitado a la Casa Blanca a encender el arbolito de navidad que marcaba la tradicional fiesta navideña de Norteamérica. La industria beisbolera comenzaba a florecer, por lo cual los ejecutivos y mercadólogos de MLB no veían ningún rasgo de sustancias para el rendimiento en los diamantes enmarcados en dos líneas de cal.
El negocio era lo primero, el talento del dominicano era el gran capital. Los latinoamericanos estábamos representados por el más carismático productor de jonrones del momento. La ciudad de Chicago quería robárselo a la Sultana del Este. Todo el mundo estaba pendiente de la caída inminente del récord de Roger Maris desde hacía 37 años, por el único jugador en la historia con tres temporadas de 60 ó más cuadrangulares, pero ahora Sammy no le sirve para engrosar sus arcas, ¡nada más injusto!
Sammy: son muchos los que han podido permanecer en el “inside” del béisbol de manera discriminatoria, comenzando con los entrenadores, médicos y ejecutivos, que fueron absueltos sin haber logrado lo que tú diste al “big show”. Por eso, amigo Sammy, el béisbol de GL siempre estará en deuda contigo y solo te pagarán con tu entrada a Cooperstown.
Listin Diario
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