FELICIDADES SECRETARIAS

La profesión u oficio de Secretarias es buen ejemplo del avance de la mujer en el mundo laboral y de los cambios introducidos en las sociedades de los tiempos presentes, a partir, precisamente, de una actividad que fue ejercida por los hombres, a los cuales la generación de su tiempo llamaba estenógrafos, en alusión a una de las destrezas aprendidas por aquellos, la de captar y anotar mediante signos caligráficos, el pensamiento de los empleadores de tales oficiantes.


De pronto, a partir del término de la segunda guerra mundial, la mujer, que sirviera como auxiliar en los campos de batalla, unas veces en trabajos de cura de heridos y otras en menesteres de mayor responsabilidad, saltó del tejar de las fábricas y del mundo más modesto de las cocinas propias o ajenas, hacia las oficinas ajenas en donde, como estenógrafas y mecanógrafas, fue abriéndose un espacio que la ha llevado hasta labores ejecutivas que, justo es decirlo, en ocasiones las ha cumplido mejor que los hombres.

Por supuesto, es de justicia consignar que secretarias las hubo, pues historias existen del papel cumplido por doña Blanca Logroño en su calidad de estenógrafa del Presidente Horacio Vásquez en los años del decenio de 1920; pero ella misma era una excepción en un mundo que aún contemplaba al pujante grupo de maestras surgidas de las aulas hostosianas de doña Salomé Ureña, como una especie de tumor social, pues la mujer no estaba hecha, al decir de aquellos abuelos de las presentes generaciones, más que para bordar y zurcir, criar hijos y ser fieles, atentas y esposas sumisas y, como permisividad extrema de los hombres, poetisas.

El desbordamiento no lo lograron, por consiguiente, mujeres como doña Blanca, o como la famosa médico Evangelina Rodríguez, a la que se denominó con el mote de loca por haberse atrevido a cruzar la frontera para formarse en una profesión propia del sexo masculino; ni siquiera los puestos de trabajo fueron masivamente ocupados por la concesión hecha al movimiento feminista pujado por damas como doña Delia Weber, doña Minerva Bernardino y otras que sería prolijo enumerar, sino que ese desbordamiento debe atribuírsele a las secretarias.